En el lenguaje parlamentario la imposición es la norma. No es descortés, es lo esperado, y se utiliza por parte del hablante como forma de dar brillantez y seguridad a su discurso. Por ello, los procedimientos modales pasan de valorar lo dicho a indicar, retóricamente, cuál es el estilo de habla del propio hablante. Marcan un estilo discursivo, una característica propia de la aserción parlamentaria. Formas de opinión o probabilidad pasan a utilizarse como marcas de la aserción neutra (yo creo) y como atenuativos (probablemente…). Como consecuencia, los reafirmativos (desde luego, por supuesto…) se emplean como formas de dar brillantez y fuerza al discurso, a la forma de expresión, más que actuar como marcas de reafirmación modal. Un enfoque desde la teoría de la cortesía nos revela, pues, cómo en un estudio pragmalingüístico hay que tener en cuenta no sólo la situación comunicativa sino el tipo de discurso para explicar el comportamiento de las unidades.