Laura Destéfanis
La región de Gran Chaco, tardíamente colonizada, fue escenario de grandes genocidios perpetrados por tres Estados: Argentina, Bolivia y Paraguay; solo en la zona bajo jurisdicción argentina tuvieron lugar las masacres de Fortín Yunká (1919), Napalpí (1924), El Zapallar (1933) y Rincón Bomba (1947). El período republicano se caracterizó por un primer asedio científico-militar que dio paso, a partir de la constitución del Estado argentino, al arrasamiento de culturas y ecosistemas. Muchas tierras fueron entregadas a colonos europeos — completamente desafectados del espacio que pasaron a ocupar —, y muchas otras quedaron en manos de grandes terratenientes. Los ingenios y obrajes fueron el socavón que acabó por enterrar los diversos modos de vida chaquenses.En este trabajo se abordarán las diversas marcas del horror en el territorio del Chaco, que emergen, de manera espectral y desplazada, en tres novelas de los últimos años: Bajo este sol tremendo (2009), de Carlos Busqued; Una casa junto al tragadero(2017), de Mariano Quirós; y La estirpe (2021), de Carla Maliandi. En ellas, el denominador común de la muerte violenta y silenciada se hace presente de diversos modos: mediante el sueño, las apariciones, las patologías psíquicas, el odio contenido que implosiona, la sordidez que deja la masacre una vez que el fuego cesa. Ya sea en el territorio o a la distancia, hay un resto elocuente que viene a comprobar que no es posible consumar el olvido del daño.