Estamos en unos tiempos raros, complicados, en la "sociedad de la información", según nos dice. Todos íbamos a estar mejor informados, a ser receptores de los enormes flujos de información que nos envuelven. Pero de los teóricos y "gurús" hemos pasado a la dureza de la realidad, en la que hemos podido comprobar que al final, como en tantas otras cosas, la calidad humana es la que prima. Sin ella de poco sirven redes, satélites, teléfonos o cualquier otro dispositivo empleado.