Mediante los procesos ficcionales, la literatura genera modelos de mundo que muestran una imagen distorsionada de la realidad. En muchas ocasiones, ese desvio es interesado: obedece a razones vinculadas al poder económico, social o cultural. No de otro modo debe entenderse la distorsión ficcional operada en el código del amor cortés o en los conceptos literarios del honor y la honra barrocos. Analizamos aquí cómo repercute este fenómeno en la descripción de escenarios y paisajes literarios, los cuales muestran un variado simbolismo, a veces, en efecto, al servicio de algún interés oculto. Es más difícil, en cambio, atribuir motivos ideológicos a la descripción de los paisajes idílicos y cristalizados del Renacimiento. Estos son mero fondo artístico, decorados tópicos a los que recurrir según el transcurso de la anécdota, en suma, proyecciones inmóviles del mundo clásico reclamado de nuevo en el Renacimiento.