Seis caballeros-mendigos y tres gracias mohosas componen el elenco de cuerpos tullidos y deformes que protagonizan los entreactos de la primera parte de Los jardines y campos sabeos (1824, 1827), tragicomedia de Feliciana Enríquez de Guzmán. El amor es el hilo conductor del argumento de estas piezas breves, mientras las transgresiones que llevan a cabo los personajes en torno a un matrimonio poliándrico forman el núcleo a partir del cual se desarrolla el atrevido discurso. Damas y galanes monstruosos forman parte del submundo de la miseria y la pobreza, y aun con sus taras físicas e imperfecciones morales tratan de imitar los modos caballerescos y cortesanos. La parodia, a modo de espejo distorsionado, provoca la risa en el público cortesano al que la autora dirige su obra, mientras que en el discurso audaz de sus protagonistas subyace una sátira del mundo superior al que pretenden emular.