Carlos Javier García
Uno de los modos narrativos de la novela es aquél en el que un sujeto narra o escucha una historia movido por el deseo de dar sentido a lo que parece inconexo o enigmático. Esto se produce junto al hecho de que la novela pudiera dejar en la penumbra lo inquietante, lo misterioso. Pero aun cuando no se logre alcanzar un sentido iluminador que defina coherentemente el mundo representado, el movimiento textual se orienta en esa dirección que busca desembocar en el esclarecimiento del enigma. En el ámbito de la novela española contemporánea Teoría del conocimiento, de Luis Goytisolo, es un título emblemático que condensa la travesía de un relator en busca del conocimiento a través de la multiplicidad del ser; Letra muerta, de Millás, sería otro título emblemático de la aspiración a desvelar lo enigmático y reducirlo al papel. El conocimiento, que actúa a modo de fármaco, tiene un efecto terapéutico que tiende a disolver la tensión. Pero la dinámica textual impulsada por el saber, puede no inscribirse de modo natural en el modelo recién aludido. Así ocurre en Corazón tan blanco, de Javier Marías. Esto puede sorprender, dado que el tema de la verdad y el saber es central en esta novela. La particularidad surge no tanto porque sea una verdad huidiza y fragmentada cuanto porque a su desvelamiento ofrece resistencia. Los peligros del saber vienen dados por el sentimiento de inquietud con que el narrador vislumbra su situación presente y la suerte que correrán en el futuro sus afanes personales. Se desvanece de este modo la ilusión de un saber terapéutico, pues, lejos de clausurarse la narración en un punto de serenidad y suficiencia informativa, se suscita en el sujeto una espiral de inquietud e incertidumbre perturbadoras. Pero el deseo de hallar un espacio personal más acogedor, añade un pliegue textual que podría desdecir lo que las palabras constatan. Las páginas que siguen examinan esta dinámica desde la teoría de los actos de habla, en particular