Gabriela S. Basterra
En la tragedia clásica el destino reafirma su victoria a través de la muerte del héroe. Las tragedias de Lorca "Bodas de sangre" y "Yerma" logran transformar esta narración a la vez que la repiten, desarticulando su lógica inexorable. Como la narración trágica presupone la usurpación de la capacidad humana de actuar por parte de una fuerza transcendente, estos dramas abren un espacio para la acción creativa en el mismo escenario trágico en el que se niega más radicalmente tal posibilidad. Si los protagonistas piensan que sus actos están predeterminados por el destino, es a causa de su compulsión por repetir una narración del pasado o del futuro, que proyectan en el presente del drama. Como consecuencia, pierden la capacidad de relacionarse con los otros y de actuar creativamente. Esta pérdida de la capacidad para la acción, y la subsiguiente falta de un agente al que hacer responsable de sus actos, lleva a los personajes a construir una otredad terrible, el destino, a la que atribuyen el control sobre sus vidas. Al reconfigurar la tragedia como la incapacidad adquirida por los personajes de reconocer la presencia del otro y actuar, Bodas de sangre y Yerma sugieren una nueva descripción de la acción creativa como la creación de relaciones éticas en un espacio de responsabilidad que asegure, a su vez, la dimensión libre y voluntaria de toda otra acción