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"Hay que montar una obra como se enciende una vela de dos cabos, desde su contemporaneidad, es decir, desde el momento que se pone en escena, y desde el momento en que se escribe. De esta tensión histórica hay que sacar conclusiones válidas para un entendimiento de la sociedad, de uno mismo como persona en el tiempo y en un país. De otro modo no se puede enfocar el tema de los clásicos." Estas palabras, pronunciadas por el director y actor José Luis Gómez, destacan el camino puesto en marcha por la creación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, cuya fundación fue encargada en 1986 a Adolfo Marsillach, que permaneció como director artístico durante diez años, salvo un breve período en 1989. En 1996, la dirección de la CNTC fue asumida por Rafael Pérez Sierra. Hasta la fecha la CNTC ha realizado veinteinueve producciones o coproducciones, optando por alternar los textos no demasiado transitados con los "grandes" títulos. Ha rechazado limitarse a ser "una fábrica de espectáculos," pese a la controversia que dicho proceso de adaptación / adopción pudiese generar, procurando siempre aproximar las obras clásicas a la mentalidad del público de hoy para que "las sintiera vivas y apasionantes." He aquí el lema de Marsillach en cuanto a los clásicos: "Respetarlos y rehabilitarlos, pero sin reverenciarlos, ni traicionarlos."
