Después de los artículos "Los 'sinónomos voluntarios': un reproche sin réplica posible" y "Suárez de Figueroa y el Quijote de Avellaneda", se analiza en este artículo si Cervantes creyó firmemente que fuese aragonés el autor del Quijote apócrifo. La conclusión es que fue castellano, y que él y Cervantes dirimieron en Barcelona la más seria de sus escaramuzas, resultando Avellaneda el peor parado. Cervantes se recreó en recordarle aquella derrota.