Según los planteamientos bajtinianos, la novela se perfila desde sus comienzos como un género representativo de la variedad lingüística. Pero, pasado los tiempos de su originaria dialogicidad, la novela se deja atrapar por el monologismo. Esto ocurre con la readaptación que hace el racionalismo de la poética aristotélica, y que tuvo al Clasicismo como su más fiel exponente estético y, posteriormente, con el advenimiento de la racionalidad positivista, que acogieron con entusiasmo los novelistas del Realismo y del Naturalismo. La idea de inaprehensibilidad característica del pensamiento posmoderno genera el escepticismo. La novela posmoderna se ve obligada a nutrirse de la multiplicidad citadina. De allí su carácter polifónico. Sus espacios parecen proscenios donde se activan los gestos y las imágenes de seres que sufren el síndrome de la abulia y la náusea generada por los excesos de la modernidad.