Eduardo Berti
Es inevitable enfrentar el Cortázar cuentista con el novelista. El primero exploró un camino multiplicador que ha proliferado hasta nuestros días en numerosos continuadores. Las novelas, en cambio, exploran túneles sin salida y tan personales que cualquiera hubiera caído en la parodia de haber intentado continuar las búsquedas anticipadas por el autor de Rayuela. En este artículo se reivindican las novelas de vasos comunicantes entre El examen y Rayuela, una nueva manera de sostener que Julio Cortázar mantenía una visión continuada y personal, coherente, con su obra novelística, además de culminar las lucubraciones de Macedonio Fernández.