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Uno de los recursos más habituales del teatro breve a principios del siglo XX suele ser la complacencia en el cuadro costumbrista, que en sus autores peores derivó hacia un casticismo acrítico y conformista. En los mejores dramaturgos, sin embargo, entre burlas y bromas se desliza no poca sátira y crítica sociales. En esta contribución se intenta mostrar cómo Arniches, y algún otro sainetero menos conocido, como Antonio Ramos Martín, denuncian una situación social poco menos que insoportable. La risa que estos autores nos arrancan no puede ocultarnos lo patético de la realidad social del Madrid castizo y de la España de entonces. La multitud de tipos y situaciones de las piezas breves de Carlos Arniches, se encuentran a medio camino entre el reflejo costumbrista y la deformación expresionista y constituyeron una rica fuente de inspiración para dramaturgos posteriores.
