Julio de la Cueva Merino
Después del Desastre de 1898 el anticlericalismo, gracias en parte a los intelectuales, estaba en auge. Muchos intelectuales dejaron de abogar por una radical laización del Estado pasando a defender un anticlericalismo popular e irracional. Sin embargo, este proceso no era unívoco ni todos los intelectuales participaron en ello.