Christophe Corbier
Para realizar la puesta en escena en la Ópera de París de una tragedia griega, Salamina, tomada de Los Persas de Esquilo, en los años veinte, un director de escena, Jacques Rouché, un helenista, Théodore Reinach, y un compositor, Maurice Emmanuel, colaboraron no sin dificultades. En efecto, su proyecto común fue de los más delicados porque se trataba de adaptar para la escena lírica un texto teatral antiguo que, por su extensión y su carácter estático podía constituir un problema por la dimensión de la obra. La correspondencia de los tres autores revela de manera particular sus dudas en torno a la forma del texto que se tenía que poner en escena : ¿convenía presentar una traducción integral de la tragedia, adaptar el texto original, reducirlo ? La génesis de Salamina, tal como lo revelan las decenas de cartas intercambiadas entre Emmanuel, Reinach y Rouché entre 1921 y 1929, muestra las diversas opciones que se presentan a los dramaturgos, en una época en la que concisión y brevedad constituyen las virtudes cardinales del clasicismo moderno.