Andrés García Cerdán
La poesía cortazariana lleva inscrita genéticamente la necesidad de ser más, de ir más allá de cualquier poética impuesta y de conciliar las respiraciones de vida y arte en la construcción de un texto que crezca por encima de todo discurso previsto. La negación de lo metódico y lo discursivo, que aherrojan el hecho creativo, hace posible el asalto de los otros territorios. Desde su voluntad “distraída”, Cortázar nos lleva a contemplar el “verdadero día onírico” y la inmensidad del juego. Será la palabra poética el hálito en que se consolide nuestra vocación humana original: el encuentro a deshoras con un nuevo tiempo y un nuevo espacio, el hallazgo de un lenguaje en expansión y el descubrimiento del hombre nuevo.