La analogía que, en el célebre apóstrofe fortunati ambo (Aen. IX 446-449), establece Virgilio entre la tradicional pretensión de perdurabilidad de la poesía épica y la vocación de eternidad del imperio romano deviene problemática no sólo para Lucano, que la refuta resueltamente, sino también para los epígonos que, como Valerio Flaco, Silio Itálico y Estacio, buscan su propio camino tras las huellas del precursor.