María Teresa Cid Vázquez
Para descubrir la verdad del amor en nuestra vida, y sobre todo, para aprender a amar necesitamos de un guía experimentado, de un maestro. En una antropología adecuada, el modo como la persona se comprende a sí misma. No intenta proyectar en la experiencia un significado, sino descubrir el sentido que las experiencias originarias esconden. Para ello las enmarca bajo la perspectiva del amor humano.
En el conjunto de las experiencias originarias está contenido lo más valioso del corazón humano, los sentidos primeros que conforman al hombre.
El valor personal de las experiencias originarias se refiere a la identidad del hombre que tiene que ver con la construcción de la vida de cada hombre que consiste en: «ser hijo, para ser esposo y llegar a ser padre». En estas etapas se realiza la vocación al amor que es propia de toda persona humana. La vocación al amor implica a toda la persona en la construcción de su historia, y tiene como fin el don sincero de sí por el que el hombre encuentra su propia identidad. Se trata de la libre entrega a otra persona para formar con ella una auténtica comunión de personas las célebres Catequesis sobre el amor humano, Juan Pablo II plantea toda