La constante atención que Ana María Fagundo concede a la palabra es lo que sustenta toda su obra: obra ésta, de creación de significado y de sentido del mundo, de un orden simbólico que incluye a la mujer y que manifiesta un proyecto ético a través de lo imaginario y de lo simbólico capaz de establecer nuevas formas de relacionarse y de ser. En el proceso de buscar su identidad y la identidad de todo lo que la rodea, la autora inscribe su propio cuerpo en el texto poético a nivel literal, metafórico y simbólico, destacando así, las capacidades eróticas, sensoriales, intelectuales y reproductivas inherentes a la mujer. Mediante una doble indagación en el cuerpo femenino de la hablante y en el cuerpo del texto poético, Fagundo logra la inscripción de un sistema expresivo autónomo que hace posible que lo femenino circule en el discurso poético e histórico, al tiempo que cambia el orden simbólico vigente para incorporar en él su propia experiencia