El traslado de Cortázar a París coincidió con un creciente compromiso con sus personajes literarios, mientras que los sucesos de 1968 y la revolución cubana lo llevaron hacia un protagonismo político que no abandonó hasta su muerte. Sin embargo, el mayor compromiso del argentino fue de índole estética. La revolución la concebía como un proceso totalizador e incesante que afectaba tanto a la literatura como la política, pero que no permitía el estancamiento de ningún régimen político.