Elsa M. Gilmore
A partir del retorno de la democracia a Chile, el teatro de Marco Antonio de la Parra ha demostrado un obsesionante interés por el estudio de personajes icónicos extraídos de diversos géneros literarios y artísticos y por la relación existente entre esas categorías y la polis en general. El germen de esa preocupación está presente en "Matatangos" (1978), que por eso es una obra clave dentro de su producción. La pieza es una ambigua desmitificación de Carlos Gardel (1890-1935) y de la industria del tango a que su estrellato dio lugar. No obstante esa postura, su conclusión hace ecos de la ambigüedad que ya expresaba Borges a propósito del tango durante los años veinte, y que asímismo satura piezas más recientes, como "El padre muerto" (1991). "Matatangos" coincide con ése y otros dramas recientes en una búsqueda de "lo latinoamericano" marcada por la hibridez y la contradicción.