Gonzalo Navajas
La obra de Francisco Ayala se sitúa dentro de la dicotomía entre dos modos culturales que son propios del discurso cultural de entreguerras: el primero define el modernismo estético europeo y reafirma el paradigma jerárquico y continuista de la cultura. Se corresponde con Ortega y Gasset, Thomas Mann y Proust. El segundo se asocia con una crítica radical de la cultura clásica que trata de sustituir con otras opciones nuevas. Se corresponde con Benjamin, Sartre y Brecht. Ayala no duda de los principios de la modernidad como paradigma cultural y ético. Dentro de ese paradigma al que se adhiere, afirma la vitalidad del yo individual frente a sistemas totalizantes, como el fascismo y el marxismo comunista. Al mismo tiempo, a diferencia de movimientos solipsistas, como el existencialismo, que se oponen a cualquier fundamentación ontológica del yo, Ayala propone un concepto del yo centrado en un consenso cultural y ético. Además, Ayala propugna la resistencia a la masificación de la cultura industrial de masas y se opone a la burocratización del escritor. Afirma el imperativo humanista frente a las opciones apocalípticas y juzga el exilio no como una experiencia negativa sino como un vehículo de potenciación de la obra literaria.