Luis Rosales es considerado un poeta "granadino". Esta última característica lo sitúa en el epicentro del llamado "complejo de autoctonía", que en Andalucía se mueve entre la "aspiración a ser" y las realidades locales. Sus reflexiones andaluzas siempre tendrán, desde 1934, en que da a la luz "Andalucía del llanto", hasta 1987, en que aparece "Esa angustia llamada Andalucía", esa impronta indeleble.