En la tipología novelesca propuesta por M.M. Bajtin, la picaresca española renacentista, se ubica en la categoría de “novela de vagabundeo”, centrada en los avatares protagonizados por un héroe que deambula en torno a diferentes espacios, personajes y situaciones. Lazarillo de Tormes, narrador protagonista, es “mozo de muchos amos”, que a partir del episodio del poste, al final del Tratado I, abandona a su primer amo para convertirse en el primer pícaro, arquetipo de joven vagabundo, que reencontraremos en novelas posteriores.
Sin embargo, postulamos que el Tratado I contiene la protohistoria del pícaro, los sucesos que constituyen una experiencia iniciática, no solo de este personaje en particular, sino del arquetipo picaresco. En este tratado, el pícaro se construye ante el lector y ante el destinatario explícito de la novela: “Vuestra Merced”. Verdadero proceso de sujetación, pasaje del niño al pícaro;
construcción de un sujeto y sujeción de una individualidad a las normas impuestas desde afuera, en una particular versión del proceso educativo.
En este sentido, nos parece que el Tratado I puede ser desgajado del resto de la novela, y constituye, en sí mismo, una mínima novela de educación: “erziehungsroman” o “bildungsroman”.
Encontramos en el tratado aludido todos los elementos constitutivos de este tipo de relato: estamos ante un proceso de generación de un héroe, en un relato biográfico o autobiográfico, y con una pareja preceptor-aprendiz.
En oposición al héroe como una constante inamovible de las novelas anteriores, el comienzo de Lazarillo de Tormes propone una unidad dinámica de la imagen del protagonista; así, el héroe y su carácter son una variable dentro de la fórmula de la novela. La transformación del narrador protagonista adquiere relevancia para el argumento, y en esta se fundamenta todo el relato posterior.