Françoise Perus
Cincuenta años separan La vorágine (1924) de María (1867) y al parecer, no transcurrieron en vano, al menos para la novela colombiana. De la renuncia a asumir los postulados de la forma novelesca como vía de exploración de la fractura insalvable entre los ideales del ser y un mundo vuelto inasible, pasó a la asunción plena de dichos postulados, con resultados y proyecciones sorprendentes.