La representación teatral ha sido una parte integral de fiestas religiosas y públicas como la “octava del Corpus”. En Manuela de Díaz Castro, tal expresión de teatralidad no solo sirve los intereses didácticos y lúdicos para reafirmar el orden establecido, sino que también brinda un espacio donde los oprimidos encuentran un medio propicio para denunciar la persecución y hallan un desahogo que brinda una sensación de catarsis representada en la risa y el ridículo dirigidos a sus opresores.