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Román de la Campa
Se intuía desde el 89, sino antes, que no sabíamos a ciencia cierta como orientarnos ante el fin de la Guerra Fría y el ocaso de su legado moderno. Hoy se indaga si el sentido de duelo en torno al estado liberal latinoamericano se debe al deseo de algo que vemos fallido a posteriori, o a la celebración tácita de acomodaciones que acuartela la univocidad del orden neoliberal. ¿O serán dos caras de la misma moneda? No obstante, podría decirse que el latino-americanismo más cercano a las letras y la cultura, ese acervo de discursos que se suele pensar siempre en crisis, sujeta una interdisciplinariedad exuberante que curiosamente parte del anclaje literario que se consideraba agotado desde el ocaso del boom y que ahora descubre sus líneas de fuga o escape, un entorno donde la literatura como tal no siempre se trabaja y a veces se ha abandonado por completo, aunque en ella se encuentre la huella institucional que provee la condición de posibilidades para casi todos los nuevos paradigmas inconexos. Más que una crisis, o duelo, palabras que no siempre dejan claro si se trata de un lamento o celebración, la producción de saberes humanísticos en torno a América Latina quizá corresponda a una suerte de despojo creativo de dudas suplantadas por apuestas inconexas. Si bien concebir la otredad todavía exige examinar una polisemia de economías, multitudes, migraciones y diásporas generalizadas, esa gama de temas desafiantes hoy se abordan desde códigos más confiados en sus acercamientos a ciertas verdades que hace una década.
