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Hernán Medina Jiménez
Mi estudio sugiere que, a partir de las premisas de un pan-americanismo (por su experiencia previa en los Estados Unidos) y de un pan-hispanismo (por los exiliados españoles en México) Luis Buñuel cuestiona implícitamente los resultados de la Revolución Mexicana y rechaza la ‘romantización’ del mestizaje promovido por el Estado, condicionando así el argumento de Los olvidados (77 min.) en dos direcciones: Primero, porque inscribe la realidad mexicana desde una narratividad—avalada por un hipotético ‘realismo’ y el principio de universalidad—que supone la reafirmación de la agenda histórica de la ciudad letrada (y acaso una ideología del exilio español en México) y, consiguientemente, la(re)configuración de una nueva historia de México legitimada desde la historia universal con una notoria ausencia al cuestionamiento de la realidad histórica latinoamericana. Segundo, porque la declaración explícita sobre la falta de optimismo (implícitamente, referida a la Revolución) le permite una omisión del problema de la colonialidad para así articular un nuevo significado del sujeto subalterno (el sujeto mestizo) inscrito en la “ciudad perdida” ( ‘lo urbano’ es presentado como condición de la modernidad), cuyo costo teórico implica la reducción del conflicto en términos éticos e inclusive psicológicos (sin mencionar el argumento biológico de algunas escenas), borrando la condición colonial de base y contenido económico-social. Para Buñuel, por lo tanto, la construcción cinematográfica de un nuevo sujeto subalterno implica, sobre todo, la presencia de un Estado—la policía, la Corte de Menores, la escuela—como guardián de la cultura de una sociedad que no incluye al sujeto indígena (“Ojitos”), ni al sujeto mestizo (“el Jaibo”). Bajo estas condiciones, con Los Olvidados Buñuel construye al agente antagonista (el pueblo asesino) en el mismo Estado mestizo (como nuevo sujeto subalterno) quien incapacitado de un final feliz, acepta el determinismo y la fatalidad que lo circunscriben hacia la tragedia.
