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En su nueva novela histórica Urraca (1981), Lourdes Ortiz da la palabra a aquella reina medieval de Castilla y León, Urraca (1081–26) para que desarrolle una crónica que nunca tuvo por ser mujer. Supuestamente encerrada en una celda, la narradora autodiegética Urraca necesita exponer por escrito su verdad y defenderse contra el discurso mantenido por sus enemigos. A través de un relato muy entrecortado, que incorpora unos hechos históricos difuminados dentro de largas descripciones inventadas de los sentimientos y las decisiones de Urraca, la autora consigue sembrar dudas en la mente del lector moderno con respecto a la autenticidad y la existencia de una verdad histórica única, así como cuestionar el poder de la palabra. Además de abordar los aspectos feministas y neohistóricos de esta novela, este estudio se enfoca en el concepto bajtiano del dialogismo y los conceptos foucauldianos de discurso, poder y verdad para subrayar la subjetividad del discurso, aunque sea histórico, mediante diferentes combinaciones de unas mismas palabras que cada orador o escritor usa para acceder al poder.