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Urbana (2003), de Rodolfo Fogwill, continúa la cruzada personal del autor contra aquellas prácticas discursivas en conformidad con lo que Nelly Richard denomina el “signo mercantilizado”. Es decir, contra la reapropiación semántica por parte de agentes socio-económicos y político culturales de espacios de significación previamente cargados de contenido socio-político y que ahora obedecerán a pautas mercadotécnicas. El enfoque de Urbana en el proceso escritural, el modo en que la novela contribuye a la reflexión sobre la creación literaria y desdeña la actual obsesión con el suceso, busca recuperar un diálogo entre texto y lector en gran parte interrumpido por las políticas de bestsellerización de cierta fracción de la industria editorial. Fogwill consigue así crear una narrativa contestataria a procesos de mercantilización literaria dictados por cierto sector del mercado editorial.
