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La definición del dogma de la Inmaculada Concepción por parte de Pío IX en 1854 suscitó fuera de la Iglesia muchos miedos y muchas críticas hacia Roma, especialmente en el seno de la Iglesia anglicana. La intervención del Beato J. H. Newman en la citada controversia, especialmente en su carta a E. Pusey, muestra tres aspectos esenciales. El primero, la presencia implícita de esta devoción en un hijo de la Iglesia anglicana, presbítero en la misma y fellow de la Universidad de Oxford y cuya primera conversión tuvo lugar en la atmósfera del más puro evangelismo. El segundo, el ejercicio de una verdadera teología, que apoyándose en los Santos Padres es capaz de descubrir lo esencial del Dogma en la relación tipológica María-Eva y en una consideración equilibrada de la doctrina sobre el pecado original, en claro contraste con la fundamentación protestante.
El tercer aspecto es como el recorrido por esta cuestión concreta del pensamiento newmaniano ofrece claves e intuiciones de los verdaderos elementos del quehacer teológico, en clara anticipación de lo que serán las grandes líneas de la teología posterior al Concilio Vaticano II.
The definition of the dogma of the Immaculate Conception by Pius IX in 1854 aroused many fears and criticisms of Rome, especially within the Anglican Church. The intervention of blessed J. H. Newman in the aforementioned controversy, especially in his letter to E. Pusey, shows three essential aspects. The first is the implicit presence of this devotion in a son of the Anglican Church, a priest in the same and fellow of the University of Oxford and whose first conversion took place in the atmosphere of the most pure evangelism. The second, the exercise of a true theology, which, founded on the Holy Fathers, is capable of discovering the essence of the Dogma in the typological relationship between Mary and Eve and in a balanced consideration of the doctrine of original sin, in clear contrast with the Protestant’s arguments. The third aspect is how the study through this concrete question of Newtonian thought offers keys and intuitions of the true elements of theological work, in clear anticipation of what will be the main lines of theology after the Vatican Council II.
