Es bien conocido que uno de los rasgos que define la épica española es su concepción topológica: el Cantar de Mio Cid se caracteriza por una atención particular del detalle geográfico de los itinerarios recorridos por los personajes, por el cuidado con el que el poema registra los topónimos, incluso los más insignificantes y difíciles de localizar. Se trata de una representación que, sin embargo, no es ajena a la «perspectiva» particular que caracteriza el discurso épico en todos los niveles (formal, temático e ideológico), aunque la «plausibilidad» de los lugares, los decorados y los movimientos que tienen lugar está inextricablemente asociada a su valor simbólico-metafórico.