Claudio Martyniuk
Esma, el campo de desaparecidos de la Argentina, ha sido transformado en un museo. Las intervenciones desplegadas desvían la vista, cubren el vacío y anudan la desaparición al efectismo, a la espectacularidad. Ya museo, impacta y tranquiliza. Deja olvidar porque presenta una obra, un relato cerrado: indica que las tareas se hicieron, los deberes se cumplieron. Y los interpelados como espectadores son liberados a seguir sin más con el curso de sus asuntos.