El artículo examina Un bobo hace ciento, una comedia relativamente poco estudiada pero interesante como ejemplo de la propuesta teatral de Solís y, en concreto, de su manejo de la técnica dramática y los modelos de comicidad. A la luz de las principales claves en la evolución del género (mecanización de las convenciones del género, generalización del agente cómico y alusiones metateatrales), se analizan las repercusiones cómicas que conlleva que el rol del galán suelto recaiga en un figurón y cómo los formulismos típicos del género se ven deformados por el hecho de que el galán suelto sea un figurón y ejerza simultáneamente como pretendiente de una dama y hermano de otra. De ahí surge una aparente contradicción—una inverosimilitud cómica—que será el eje conductor de estas líneas, puesto que el figurón resulta ridículo como amante pero despierta temor como guardián del honor femenino.