El autor destaca que Ortega incluye su meditación estética en el ámbito más amplio de la cultura, por considerar el arte síntoma del estilo general de vida de una época. Su enfoque es, por eso, descriptivo y no valorativo.
A pesar del carácter fragmentario de los escritos de Ortega, que dificulta la aprehensión global de su pensamiento sobre la materia, el autor estima que la evolución de éste puede esquematizarse en torno a tres ejes conceptuales, entre cuyos polos discurre dicha evolución: uno que va de la " humanización " a la " deshumanización " del arte, otro de la " transcendecnia " a la " intranscendencia ", y un tercero que desplaza progresivamente el acento desde el " contenido " hacia la " forma " artística. Concluye, empero, que a su parecer Ortega se inclina, más que por lo polos últimos, por una posición intermedia que lo lleva a establecer que el arte, como todo fenómeno vital humano, posee dos aspectos complementarios: uno biológico ( el deleite: relacionado con los polos primeros ), y otro espiritual ( la belleza: lo cercano más bien a sus opuestos ) advirtiendo que todo desequilibrio entre ellos trae aparejada una degeneración.