En poesía, el centro de interés está en la forma, además del contenido, o en la combinación de ambas. No puede ser suficiente conformarnos con traducir solo el fondo, desnudándolo sin sensibilidad de lo que lo convierte en arte, en poesía, es decir sin buscar formas de transmitir su estilo suave, sorprendente o emocionante, sus imágenes, repeticiones, aliteraciones, oposiciones, metáforas, su vocabulario monosilábico, ambiguo, sencillo o sugerente, su métrica, ritmo y pausas, su énfasis, su densidad y todos los demás rasgos con que esté dotado. Pero, claro, jugar con la magia tiene sus riesgos, e improvisar el noble arte del oficio del poeta no puede ser algo mecánico; en palabras de Moreno Hernández (2018: 404)