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Elena Cano Sánchez
Los creadores teatrales que se han interesado por un teatro social y político han girado en torno dos formas principales: el distanciamiento brechtiano, la identificación afectiva artaudiana o una combinación de ambas, formas igualmente insuficientes a la hora de provocar la fuerza para la acción en el espectador según Rancière en El espectador emancipado. En este artículo abordaremos este conflicto desde un punto de vista crítico cultural y filosófico para ver qué podemos hacer los creadores teatrales a la hora de provocar la emancipación del espectador. Contrapondremos el trabajo de Jacques Rancière, Walter Benjamin y de Juan Mayorga, que reutiliza de una forma estética el concepto de zona gris, importante aportación de Primo Levi a la filosofía del siglo XX europea, y veremos si es posible solucionar el problema planteado por Rancière desde una perspectiva teórica. Finalmente, si es así, qué tipo de teatro sería necesario para resolver este problema.
The theatrical creators who have been interested in a social and political theatre have revolved around two main forms: the Brechtian distancing, the Artaudian affective identification or a combination of both, equally insufficient ways to provoke force for action in the spectator according to Rancière in The Emancipated Viewer. To resolve this conflict we will oppose the work of Jacques Rancière, Walter Benjamin and Juan Mayorga, who aesthetically reuses the concept of grey zone, an important contribution of Primo Levi to the philosophy of the 20th European century, and see if it is possible to solve the problem raised by Rancière from a theoretical perspective. What kind of theater would be necessary to solve this problem.
