Estados Unidos
La puesta en escena de La dama duende en 1942 introduce de forma notable el uso escenográfico de plataformas giratorias. Con ellas, recrea una estética barroca que sutilmente visibiliza la opresión de la vigilancia en la sociedad franquista. Al trasladar la misteriosa alacena que Calderón de la Barca ideó en el siglo diecisiete a la totalidad del escenario, produce un efecto visual distorsionado propio de la anamorfosis. El suelo del tablado, al girar mientras expone el paso transgresor de la viuda encerrada en casa, quebranta la simetría inicial y deforma los espacios. Esto obliga al público a una interpretación de la comedia a través de la protagonista, ya que es la única capaz de transitar un espacio inestable que se retuerce sobre sí mismo. Igualmente, involucra al espectador en la labor de vigilancia y, al proponer una observación oblicua y tangencial, aprovechando lo que no es igualmente visible para todos, diverge de la estética fascista de su predecesor y propone un giro hacia la libertad artística para la representación de la comedia del Siglo de Oro dentro del teatro oficial de los años 40.