Los perros duros no bailan (2018) de Arturo Pérez-Reverte sigue el modelo cervantino de ‘El coloquio de los perros’ tanto en la forma como en el fondo. No sólo hablan los perros, sino que su narración comparte su intención de ‘exempla’, su mezcla de la realidad y la ficción, y su manejo de las referencias a los considerados clásicos por el autor. El límite entre el mundo de los humanos y el de los animales queda difuminado en la línea del llamado ‘giro animal’ para transgredir una visión antropomórfica que ha posibilitado, por acción o por dejación, un mundo de violencia y corrupción. Valiéndose del modelo usado en ‘El coloquio de los perros’, Pérez-Reverte se sirve de sus propios clásicos –Cervantes, Shakespeare, Dante, Conrad, Orwell, Mailer– de referencias a la historia –Espartaco– y al cine –Blade Runner– para mostrarnos un mundo de violencia e injusticia, pero también de heroicidad, de lealtad y de utopía.