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Los topoi son propiamente lugares comunes. Convocarlos en un texto implica que se ordene un espacio discursivo no sólo para que sean identificados como tales sino también para que el texto siga caminando. Permiten en efecto que el texto vaya construyéndose y ampliándose, porque crean puntualmente espacios poéticos ricos de hipotextos en los que se invita entrar al lector.
En torno al locus amoenus como lugar en el que se entra literalmente, buscamos los indicios textuales y lingüísticos que señalen una peculiar adaptación espacial, las señales de una mutación que acondicione aquellos franqueamientos. Para ello, teniendo el motivo del umbral un papel altamente estructurante, destacamos tres niveles operantes: topográfico, textual y poético.
