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Gema Baños Palacios
En este artículo queremos adentrarnos en la oscuridad del universo desplegado en las prosas de la autora argentina Alejandra Pizarnik, dueña de un vasto legado que, en parte, ha sido menospreciado por la crítica debido a la transgresión textual que presenta, tanto en los temas, frecuentemente volcados en el erotismo exacerbado, como en el lenguaje empleado, que trastoca las normas gramaticales y se asienta en un juego descarnado. De este modo, trazaremos una serie de vinculaciones entre aquellos textos que le han impulsado al reconocimiento, especialmente su poesía, pero también sus diarios, en los que despliega su anhelos literarios y frustraciones, e incidiremos en sus prosas, tanto aquellas que fueron publicadas en vida, reunidas bajo el membrete de «relatos» en su Prosa completa, como los llamados Textos de sombra, publicados solo de forma póstuma. En ellas nos encontramos con un verdadero «carnaval» textual que se erige como una joya sin parangón dentro de la tradición de la literatura hispánica, en cuyo estudio merece la pena detenerse para apreciar los cimientos de una ficción forjada gracias a la escritura de la herida
