Doménikos Theotokopoulos vivió y desarrolló su obra en el seno del fervor religioso del siglo XVI. La creación de una serie de iconografías que comulgaran con los preceptos de la Contrarreforma o que, por el contrario, se distanciaran de estos, caracterizó el éxito de su obra entre la clientela toledana y madrileña del momento. Aún hoy se sigue desmitificando al pintor cretense como místico y defendiendo la postura del pintor-filósofo o humanista e intelectual que fue. Son múltiples las incógnitas acerca de su figura, especialmente de su interés en cuestiones religiosas o, si bien, únicamente respondía a un fin comercial.