Óscar García Agustín
La representación-construcción de la realidad que nos ofrecen los media contribuyen a la formación de unos esquemas de interpretación fácilmente reconocibles. De esta manera, no es difícil imaginar la capacidad mediática para crear grupos de música admirados por miles de incondicionales. Los medios de comunicación se sirven de un lenguaje de publicidad en el que estos grupos forman parte de la sociedad de consumo.
En otro orden de cosas, los media también poseen esa misma capacidad para operar en el plano político, para trazar líneas que dividen el eje del bien y del mal, que separan al amigo del enemigo. En esta ocasión, el efecto mediático apunta hacia el mantenimiento del orden establecido mediante un uso claramente político (o propagandístico, en su acepción chomskyana).
En este contexto, marcado por la combinación entre sociedad de consumo y sociedad de control, consideramos la concepción de parodia según la formulara Bajtín, como una doble codificación que incorpora a la vez que desafía, cuestiona y subvierte lo parodiado. Frente al lenguaje monológico de los media, la parodia abre la posibilidad de quebrar el poder mediante la risa.
Este fenómeno lo podemos observar en el análisis de los New Kids on the Black Bloc. Ellos asumen la forma del grupo de pop multitudinario (tomando como punto de referencia a los New Kids on the Block) y la forma de un movimiento antiglobalización representando mediáticamente como violento (el Black Bloc). De esta convergencia discursiva de las formas emerge, a través de la función transgresora de la parodia, un contenido crítico con el discurso dominante. La desmitificación del poder de los media opera, pues, en el mismo plano significante pero hace surgir un significado político-transgresor que el control mediático trata de silenciar.