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Omar Osorio Amoretti
Bajo las nuevas condiciones en las que se halla este país, me interesa analizar las siguientes interrogantes: ¿de qué manera el Estado-nación cubano ha construido y controlado bajo el principio de soberanía absoluta los discursos intelectuales? ¿Cómo la globalización y la diáspora de sus ciudadanos han mermado tal principio? ¿Cuál es la poética que algunos de los narradores cubanos contemporáneos radicados en el exterior han tenido frente a las incentivadas por el Gobierno revolucionario después de 1959? Mi argumento principal es que, como resultado de un proceso marcado por la globalización, las transformaciones tecnológicas, y los constantes movimientos migratorios en la isla, parte de la narrativa escrita en la actualidad ha acentuado la divergencia en materia estética, contraviniendo tanto los términos de creación establecidos por la dictadura como la ya consabida narrativa de la decadencia que surgió durante los años noventa. Esto se evidencia, por una parte, en la representación sutil de componentes temáticos y estilísticos silenciados por el poder y, por otra parte, en la ausencia de una huella de lo nacional en las ficciones, en un acto que delata las nuevas relaciones en las que los autores se desenvuelven tanto dentro del sistema literario mundial como la tradición artística de su país. Se trataría de un fenómeno que evidencia la expansión acentuada hacia una producción literaria postnacional en la época contemporánea por parte de los escritores cubanos en la cual, al decir de Aníbal González, la ausencia de nostalgias nacionales “no debe verse como un gesto nihilista, ni como un rechazo a la idea de la nación” sino “como un paso necesario en el proyecto, siempre inconcluso, de ampliar las fronteras de lo que puede escribirse en español” (95). Esto, junto con los elementos de la globalización ya mencionados, hará que el Estado se debilite en el ejercicio de su soberanía sobre el trabajo intelectual.
