El año de 1950 abre una década de cambios en la narrativa mexicana: se robustece la tendencia hacia la interiorización de la conciencia y el tratamiento de la subjetividad. Es el triunfo de la pulsión de vida -Eros- por sobre la muerte -Tanatos- y su consecuencia: la emergencia de un nuevo sujeto social -nueva mujer- con sus aspiraciones de ser y estar en el mundo y los obstáculos para lograrlo. La mujer se hace visible en el espacio nacional, y uno de esos espacios es la narrativa.