Antonio Alatorre
LA costumbre de los "cancioneros", esos cartapacios en que los amantes de la poesía -o al menos de los versos- copiaban sus composiciones predilectas, debidas a la pluma de distintos poetas, se remonta a la Edad Media: los viejos cancioneros españoles (lo mismo que los cancioneiros portugueses) son hoy joya de ilustres bibliotecas. Estas "antologías personales" se multiplicaron prodigiosamente a partir del siglo XVI. No en todas aparece el nombre del compilador; es lo que sucede con el mas celebre "cancionero JJ mexicano: las Flores de baria poesía, de 1577. La costumbre no se había olvidado en el siglo xx: mi madre, a lo largo de no sé cuantos años, llenó dos o tres libretas con las poesías que le gustaban, copiadas generalmente de manuscritos que le prestaban otros aficionados o aficionadas.