En su infancia Balbino Dávalos (1866-1951) y Amado Nervo (1870-1919) conocieron el mismo mar, el Pacífico. Niños aún, se alejaron de sus respectivas costas colimenses y nayaritas para transitar por diversos ritos de pasaje seminarístico que dejaron huellas indelebles en sus personalidades y obras literarias. Ambos adolescentes naufragaron en sus vocaciones religiosas y se asieron a la única tabla humanística que conciliaba, remotamente, sus pasiones letradas con los apremios familiares para que se establecieran en sociedad: la abogacia.