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La violencia en La Galatea es un elemento que ha llamado la atención de la crítica. Sin embargo, un rastreo sistemático de la violencia física en las cinco novelas pastoriles publicadas antes de la obra cervantina en lengua castellana. Para hacernos una idea de la magnitud del fenómeno, antes de que Lisandro corriera por las riberas del Tajo y acuchillara a Carino ante la atónita mirada de Elicio, de Erastro y de la crítica cervantista, se registra un total de 19 apariciones del asesinato en las novelas pastoriles. Sólo algunos particulares de estos asomos del homicidio servirán para contribuir a desmentir el mito crítico de una tradición pastoril edulcorada y estática, desde el cual se suele ponderar La Galatea como radicalmente antipódica. Si un rastreo de la violencia física nos sorprende con no escasas cifras y tipos de actos violentos que se asoman a la tradición pastoril que precede a Cervantes, un detenido análisis de estos revela la existencia de lo que propongo llamar una economía de la violencia, es decir, una regulación narrativa e ideológica que preserva el idealismo del género a pesar de estas acciones
The violence in La Galatea is an element that has attracted the attention of critics. However, a systematic tracing of physical violence in the five pastoral novels published before Cervantes' work in the Spanish language. To give us an idea of the magnitude of the phenomenon, before Lisandro ran along the banks of the Tagus and stabbed Carino before the astonished gaze of Elicio, Erastro and the Cervantista critics, a total of 19 appearances of the murder are recorded in the pastoral novels. Only some particulars of these hints of homicide will serve to contribute to disproving the critical myth of a sweetened and static pastoral tradition, from which La Galatea is usually considered radically antipodean. If a survey of physical violence surprises us with many figures and types of violent acts that are reminiscent of the pastoral tradition that precedes Cervantes, a careful analysis of these reveals the existence of what I propose to call an economy of violence, that is, a narrative and ideological regulation that preserves the idealism of the genre despite these actions.
