Una investigación sobre los trabajos de Cervantes en conjunción con los documentos y los estudios históricos sobre la ropa demuestra que el atuendo de Diego de Miranda (Don Quijote II, 16) ni sigue el modelo de los trajes de los bufones del Norte de Europa ni constituye una metáfora que indica degeneración del carácter, como han sugerido algunos comentaristas. Antes bien, la ropa de Don Diego está en perfecto acuerdo con su estado de hidalgo rural español y, a la luz de la manera de vestir de su época, manifiesta una tendencia decididamente conservadora.