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Patricia López López-Gay 
En su narrativa autoficcional, Marta Sanz se exhibe al público tatuando su propio cuerpo entrado en edad, enfermo: ese cuerpo cualquiera de mujer deviene locus privilegiado desde donde examinar los síntomas de una vulnerabilidad que lo exceden. Cierta autoficción aparece hoy atravesada por el deseo de crear lazos de compromiso social. La obra de Sanz sirve de punto de entrada a la autoficción comprometida que un grupo transgeneracional de autoras feministas, incluyendo a Paula Bonet, Layla Martínez y Sara Torres, produce en tiempos donde prevalece un sentimiento sostenido de crisis. Recurrimos al pensamiento de Jacques Rancière y Sara Ahmed, para examinar cómo, en estas obras, la estética y los efectos o afectos que esta provoca remiten a lo político: las relaciones establecidas entre lo visto y lo imaginable, lo hecho y lo que puede hacerse. Desde ese entendimiento analizamos el paso de un modelo autoficcional centrípeto y patriarcal donde el autor monologa consigo mismo, a un modelo centrífugo donde la autora busca tejer lazos con su público.
