La estructura narrativa del Quijote se desarrolla en tres niveles: el manuscrito árabe de Cide Hamete Benengeli, la traducción al español del morisco, y la edición de Miguel de Cervantes. En la primera parte no hay más que algunas reservas con respecto a esta estructura. Pero en la segunda parte Cide Hamete parece no notar los cambios que caracterizan a sus personajes y, al mismo tiempo, interrumpe con más frecuencia la narración para ofrecer sus comentarios, que muchas veces son exageraciones o mentiras. El editor, Cervantes mismo, suele poner en duda y hasta burlarse del historiador de una manera bastante sutil. El efecto de esta dialéctica entre autor y editor es establecer a Cide Hamete como el personaje más consistentemente cómico de la segunda parte para mantener el humorismo de una obra cuyo protagonista se hace cada vez más serio y patético.